Desde el 1 de enero del 2015 el consistorio de la ciudad canadiense ha iniciado una campaña que obliga a separar la basura orgánica y a llevarla a uno de los contenedores municipales donde es compostada y convertida en abono. Después de los 6 meses de margen, a partir de junio ya se han empezado a poner multas a los que lo incumplen. El objetivo es aumentar el reciclaje, ahora en el 60%, uno de los mayores del país hasta el 80% para 2020.

Todos hemos visto a nuestros padres o abuelos poner el grito en el cielo cuando se nos ocurre tirar algo de comida. Es comprensible pues muchas personas han pasado o pasan hambre en el mundo. Los países ricos tiramos cada año millones de toneladas de alimento. Es vox populi que el hambre en el mundo se acabaría solo con la comida que tiran los paises ricos. Pero esta no ha sido la principal razón que ha llevado a Vancouver a poner en marcha la campaña Love Food Hate Waste.

Si nos gusta realizar un curso de inglés en una ciudad limpia y ecológica, Vancouver es una de las pioneras en este sentido. Aparte de lo inmoral de tirar comida, cuando esta no se ha separado de la demás basura en los vertederos se descompone amontonada y en ausencia de oxígeno generando gas metano. Este es uno de los principales causantes del efecto invernadero y el calentamiento global.

Cada año se tiran solo en Canadá, que apenas tiene 30 millones de habitantes, unos 300 millones de platos de comida. Aparte de los perjuicios medioambientales este desperdicio supone entre 700 y 1600 dolares cada año por cada familia canadiense. Uno de cada cuatro productos acaba en la basura.

Este despilfarro se debe más que nada a la mala planificación. Cuando hacemos la compra nos gusta comprar cada vez más gran cantidad de frutas y verduras frescas. Nos sentimos muy bien al adquirir alimentos sanos pero en la práctica a veces esto no queda más que en el tique de compra y luego resulta que estas se ponen rápidamente en mal estado.

El Council National Zero Waste Control, asociación entre las empresas y los organismos comunitarios y el gobierno planean ampliar el plan a nivel estatal. Por ahora el plan ha mostrado su efectividad reduciendo la cantidad de desperdicios orgánicos que se tiran en alrededor de un 20% mediante la información.  


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